Teléfono rojo
Como una ironía, José Revueltas escribió Dios en la tierra, cuando promotores desbocados lo desmentían con sus actos. Así está pasando ahora en el país que más creyentes tiene en el mundo, según datos oficiales. Mientras las grandes creencias de ese mundo reducen su participación en bien de la humanidad, en México, la principal creencia recula solo un poco, solo un poquito y los contagios siguen. El someter a negociación el caso del peregrinaje a la Basílica de Guadalupe, restó puntos a la jefatura y dio vuelo a una jerarquía católica que aprovechó el momento para explayarse en medios. Como compensación a un irrisorio cierre de cuatro días al adoratorio, cuando durante el resto del año saturan a la capital del país de peregrinaciones, la CEM y sus representantes en la capital crearon una serie de programas para enviar sus mensajes dentro y fuera de medios. Hay que recordar, además, que la Basílica ha permanecido abierta todo este tiempo de pandemia. En una clara violación a la Constitución y el menosprecio a miles de denominaciones religiosas y millones de no creyentes, esa concesión obtuvo más que si los millones de peregrinos que saturan anualmente a la ciudad contaminada, regresaran de nuevo. El gobierno local no pudo imponer su autoridad sin tener que hacer concesiones, como tampoco lo ha hecho para frenar las otras concentraciones que abundan en la ciudad y causan el aumento de contagios. Claudia Sheinbaum en quien confiamos y creemos que lo puede hacer, debe reflexionar en estas fallas y orientar el rumbo de la ciudad, sin ponernos en peligro a todos. Las aglomeraciones, las marchas siguen sin que haya protocolos aplicados. En todo el mundo se han impuesto menos aquí, por falso purismo de no represión. El control de los que violan las medidas en contra de la pandemia no puede prestarse a un juego religioso ni a cuestiones de fe, ni a celebraciones de fechas, con marchas. Es un juego peligroso que la jefatura debe detener con autoridad.
EN EL MUNDO, RELIGIOSOS ATIENDEN EL RESPETO A LAS MEDIDAS Y SE SUMAN
Desde que la pandemia tomó el alza, por marzo, las muchas representaciones de creencias en el mundo se sumaron a las medidas que impusieron sus gobiernos. Budistas, hinduístas, judaístas, musulmanes, anglicanos, presbiterianos, adventistas y muchos más, han respondido. Curiosamente no hablan del milagro inmediato de su dios para desterrar el virus, sino de la situación de esperanza, relajamiento y paz, que dan las religiones. Medios como la CNN estuvieron dando información permanente sobre las actitudes de esos cultos, la eliminación de ritos como mojar el pan o suspender el cáliz, tener reparos con la llamada agua bendita, vigilar las rodillas en el piso para el rezo, la sanitización de rosarios e himnarios, todo un complejo de actitudes, costumbres y cosas que hubo que cambiar. Se dieron escaramuzas como suele suceder y ya señalamos las de la iglesia católica y una muy notoria en México, la actitud de dirigentes de la Confraternidad Nacional de Iglesias, que reúne a cien organismos, que amenazó incluso con demandas si se les impedía cerrar sus templos. En general todas esas expresiones de la fe, transformadas en organismos, viven de los recursos de los fieles, de escuelas, clínicas y otros servicios sociales, y la situación se ha presentado precaria para la mayoría a excepción, como siempre sucede, de grupos que tienen apoyos de empresarios y sectores ricos y que han hecho a un lado con su actitud, aquel artículo bíblico sobre los obstáculos del capital para entrar a los cielos.
JOSÉ REVUELTAS Y UN DIOS EN LA TIERRA QUE NO CONMOVÍA
Terrible el cuento del escritor duranguense José Revueltas, que en mucho puede ser ejemplo de lo que sucede en este momento con miles y miles de creyentes en México a los que les vale la salud propia y la de los demás. El cuento Dios en la tierra, se inserta, según la clasificación de Seymour Menton, en la corriente del Criollismo (El cuento hispanoamericano, Fondo de Cultura Económica,1986) y se sitúa en la época de La Cristiada. La pugna es por el agua de la que carecen las fuerzas del ejercito federal en momentos en que la sed abruma a sus integrantes. Frente a ellos se yergue la multitud de creyentes que expresan su fe a partir de la sequía de los que consideran sus enemigos. Mientras, en los contornos retumba la frase: ¡Viva Cristo rey! En excelente redacción que expone la realidad que se vivía en aquellos tiempos de 1926 a 1929, Revueltas cierra el relato con una visión escalofriante. El autor nació en Santiago de Papasquiaro, Durango en 1914, cuatro años después de que estalló el movimiento revolucionario. Así que cumplió ciento seis años el pasado 20 de noviembre. Su trayectoria literaria, sus luchas, el encarcelamiento por el compromiso de su causa, son ampliamente conocidas, igual que sus obras El Apando entre muchas. La visión que mencionamos arriba y que sería equivalente a la muerte terrible por asfixia del Covid-19, es la del profesor humanitario que les da agua a los federales. Preso por los cristeros, es sometido al castigo que aplicaron en muchas ocasiones los rebeldes católicos: clavar en una estaca, inserto entre las piernas desde abajo, al profesor, y dejarlo expuesto en el campo como ejemplo de venganza. Realmente escalofriante.