Abatir la impunidad, la madre de todas las batallas
Pablo Hiriart
Mientras el gobierno premie a los violentos y reconozca sus crímenes como actos heroicos, no hay salida del callejón en que nos encontramos.
Si continúa la espiral vandálica y polarizadora nos vamos a estrellar con un desenlace trágico.
El incentivo para la violencia lo pone el gobierno, que no le ha tomado el peso al peligro de sus acciones.
Premia en Los Pinos a los integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, sin invitar a los que renunciaron a la violencia y han contribuido a democratizar el país.
El presidente elogió al historiador que justificó el secuestro y asesinato de un empresario destacado, aunque le aceptó la renuncia como funcionario.
Le piden perdón a una ex guerrillera que fue torturada, sin que haya reciprocidad de parte de esos grupos que también torturaron , mataron y secuestraron.
No es reconciliación lo que se busca a través de esa ruta, sino reivindicar la violencia contra las instituciones del Estado Mexicano.
Al tiempo que de premia a la guerrilla comunista,se hace todo lo que Estados Unidos nos ordena.
?Qué esquizofrenia es esa?
Se está dando
el pistoletazo para el resurgimiento0 de los grupos que postulan la violencia contra los exponentes del «estado burgués»: los empresarios y la propiedad privada, las Fuerzas Armadas, y los disidentes explícitos de su ruta que conculca libertades.
Se están metiendo a lo hondo y en esas caminos suele no haber reversa.
Ya lo estamos viendo con los ataques al Ejército, a la propiedad privada (librerías, hoteles, comercios), rienda suelta a la violencia sin que el Estado ejerza sus deber de castigar esa vía.
Al contrario, manda abrazos, da premios, es indulgente y muestra simpatía por los violentos. A lo más que se llega es a un regaño retórico del presidente.
Síganle, es la señal.
El presidente ha dicho que el país requiere reconciliación y actúa en sentido contrario.
Una señal de reconciliación y cierre de heridas hubiera sido juntar a ex miembros de la Liga Comunista 23 de septiembre con los hijos de sus víctimas.
¿No es posible todavía?
Entonces no premien a los asaltantes del cuartel Madera.
Para los familiares de los tenientes, sargentos, cabos y soldados del Ejército Mexicano muertos a tiros por los comunistas galardonados en Los Pinos, no hubo siquiera una corona de flores.
Nada de reconciliación, eso es para el discurso mañanero y que lo crean los empresarios.
La realidad está ahí: la ex guerrillera con el puño en alto junto a funcionarios de Gobernación que le aplauden casi el punto de las lágrimas.
Además de la reivindicación oficial de la violencia con “sustento ideológico”, está el mensaje que se manda: las violencia tiene permiso.
La consecuencia lógica es que se multipliquen los actos vandálicos y asesinatos por parte de grupos armados, con ideología o sin ideología.
Nos regirá la ley de la selva si el presidente de la República no pone un freno a la complacencia con las bandas criminales, con ideología o sin ideología.
La respuesta presidencial a los hechos vandálicos del pasado jueves con motivo del aniversario del secuestro de los normalistas de Ayotzinapa, fue que “hubo excesos” y lo que vimos “no es anarquismo, sino una variante del conservadurismo”.
¿Y qué rayos importa la ideología de los embozados que atacaron medio centenar de negocios, incendiaron una librería, saquearon comercios y destruyeron parte de hoteles y edificios públicos?
El presidente lleva el tema hacia una disquisición ideológica, y no a lo que es: un tema de Estado. Y él es el jefe del Estado.
Mientras el vandalismo hacía de las suyas en las calles céntricas de la Ciudad de México, en el municipio Leonardo Bravo, en Guerrero, un grupo armado emboscó a un convoy del Ejército y mató a tres soldados del 15 batallón de Infantería, recién llegado de Veracruz.
Desconocemos si los criminales eran guerrilleros o narcos, el hecho es que atacaron y mataron a soldados de nuestro Ejército.
Los muertos eran muchachos de origen humilde que se enrolaronn en la milicia con la idea de servir a México.
Cuando se le preguntó al presidente por esa emboscada, respondió: “aquí viene un cambio de política (de seguridad), nosotros no queremos la guerra, nosotros no declaramos la guerra”.
¿Y qué pasa con los soldados muertos, con los ciudadanos extorsionados, con las familias amenazadas y gente obligada a fungir como halcones o burreros?
El incentivo a la violencia no puede ser mayor y no se ven intenciones de corregir.
Ante la frustración por la falta de resultados en economía (el PIB de julio cayó a bajo cero: -0.6 por ciento) y por los fiascos con sus profecías propagandísticas sobre el caso Iguala, entre otros, la violencia de los grupos radicales que acompañan al lopezobardorismo va a aumentar.
Ya vieron que no pasa nada. A lo sumo, que el presidente les diga conservadores.
Les dan lo que quieren, como a la CNTE. Todo lo obtuvo con base en chantajes, actos violentos y humillantes contra otros mexicanos.
Todo lo consiguieron por la fuerza, nada por la razón,
Ahí está el ejemplo. Ese es el camino.
Tienen que parar esa dinámica porque es extremadamente peligrosa.
No puede el gobierno reivindicar la violencia revolucionaria porque se va a multiplicar. Ya lo estamos viendo.
O cambian su permisividad a la violencia, o nos vamos a estrellar con una pesadilla .