Maldita impaciencia/Federico Berrueto
La revelación en días pasados del presidente Andrés Manuel López Obrador de que su diferencia con el periodista Pablo Hiriart tienen más de dos décadas, es una prueba de que su tirria actual a la prensa se originó cuando fue dirigente opositor en Tabasco.
Hiriart, ahora columnista de ´El Financiero’, era reportero de ´La Jornada’en 1988 que AMLO buscó por primera vez la gubernatura de Tabasco, compitiendo con el priista Salvador Neme Castillo.
Enviado por su diario, Pablo hizo notas de color de la campaña priísta.
Quien esto escribe recuerda que una ocasión Hiriart describió que la esposa de Neme, Celia Sastré, como «una belleza madura».
En su libro ‘Entre la historia y la esperanza‘, el tabasqueño narró lo que para él fue un fraude.
De paso, llamó a Hiriart «profesional de la crónica mercenaria».
Quizá Pablo en todos estos años no ha olvidado ese agravio y por eso su fijación con el hijo de Tepetitán.
En esa atmósfera han ido subiendo de tono los ataques del gobierno de la llamada ‘Cuarta transformación’ contra los medios, configurando un escenario en el que no debe descartarse que las agresiones en redes sociales de los seguidores de AMLO a periodistas incómodos se conviertan en palizas físicas.
Este reportero siempre ha sostenido que los ataques bajunos de cierta prensa tabasqueña en los ochenta y noventa, le inocularon al tepetiteco el odio enfermizo que le tiene a los comunicadores.
Posiblemente Hiriart haya mantenido como constante en su quehacer una crítica desalmada al tabasqueño, pero nunca ha caído en la bajeza con que la prensa criolla trató de enlodar a AMLO.
La historia de la ‘Canica’, del hermano menor y del niño indígena beisbolista solo se conocen en la esfera tabasqueña y nunca salieron del Edén por deleznables.
Si se tuviera que medir, podría decirse que los periodistas de la gran urbe siempre se mostraron respetuosos con López Obrador o al menos no le hicieron calumnias que solo medios chocos se atrevían a editar.
Un caso de que el tabasqueño no soporta la crítica es Raymundo Riva Palacio: hace unos días lo descalificó, pese a que en la mesa de análisis ‘Tercer Grado’, de Televisa, no hace mucho, lo calificó como periodista profesional.
El autor de la columna ‘Estrictamente personal’ posiblemente sea en estos momentos el columnista mexicano más informado e influyente en el círculo rojo. Nunca ha usado calificativos para desmerecer al de Macuspana, y cuando lo pone en la lupa de su análisis, desgrana datos duros imposibles de desmentir.
Cuando AMLO era dirigente político en Tabasco y durante su carrera vertiginosa en la capital del país, previo a hacerse de la candidatura presidencial, Riva Palacio siempre destacó la importancia del tabasqueño en la oposición mexicana.
Otro comunicador importante en la carrera del tabasqueño es Ricardo Rocha, quien ayer le reclamó en la conferencia mañanera al presidente que su nombre encabezara la lista dada por la Presidencia de 36 periodistas que fueron beneficiados con contratos durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.
López Obrador ofreció una disculpa al periodista de televisión, luego de que Rocha acusara al gobierno federal de emprender una “calumniosa campaña” en contra de quienes recibieron pagos justificados como publicidad durante la administración de Peña.
“Es una disculpa la que te ofrecemos, pero hay que explicar también que aquí se dijo que íbamos a entregar la información al INAI y yo dije incluso que no me parecía adecuado (filtrar los nombres)”, expresó durante la conferencia mañanera.
La campaña en redes sociales contra esos 36 periodistas en particular y contra la prensa en general es brutal.
El tamaño del fuego mediático usada por la Cuarta transformación solo se parece a la cantidad de artilugios que le dispararon a AMLO en su tierra.