
Humildad y distinción
«Las personas rectas son los verdaderos viajeros del camino…», proverbio Turco.
En el ‘Apocalypto’, el film de Mel Gibson, los mayas prehispánicos festinan la decapitación de sus reyes. Son los ‘Ajau’ vencidos, derrotados y capturados como esclavos o rehenes de guerra. El nuevo jerarca decapita a los vencidos desde la cima de una piramide y el pueblo lo aclama y juega con las cabezas cercenadas como con un balón de fútbol.
Es la catarsis de las masas.
La purificación, utilizada en la psicología para explicar el proceso de liberación de las emociones negativas.
¡El pueblo quiere sangre…!, y la clase política de México está adormecida.
Los mecanismos legales que obligan a la rendición de cuentas se han prostituido en México, carcomiendo un elemento escencial de las democracias representativas.
La rendición de cuentas es el pricipal instrumento para controlar el abuso del poder y garantizar que los gobernantes cumplan con transparencia, honestidad, eficiencia y eficacia el mandato del pueblo.
Pero en México, ni las contralorías locales sirven como mecanismos preventivos, ni la Auditorías Superior de la Federación (ASF) para detectar las irregularidades. Hay omisión frente a las gravísimas fallas que encuentra la ASF en el gasto que ejercen los estados y los municipios. Pero generalmente son laxos y omisos.
Las irregularidades cometidas por gobiernos como el de Javier Duarte, en Veracruz, y Manuel Velasco Coello, en Chiapas, son francamente inauditas. Son múltiples las observaciones por desvíos y faltantes multimillonarios detectados por la ASF. Pero la ASF no da visto a la PGR y cuando lo hace, la PGR no actúa en consecuencia. A nivel local nunca se detecta nada. Todas las instituciones de control, incluyendo a los poderes Legislativos, son omisos ante desfalcos tan evidentes como mayúsculos.
Y ahi es donde el ‘cambio verdadero’ parece hacer agua.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) parece enfrascado en una transicion que no roce ni lastime a la vieja clase política.
Son las señales que envía.
Lo fue con la incorporación de Manuel Bartlet como director general de Pemex.
‘¡Las benditas redes sociales!’ se encendieron. Ahí se reflejó el coraje y la frustración generada en una población ávida de cambio.
El pueblo quiere sangre… quiere cabezas para jugar al fútbol como en el film de Mel Gibson.
Pareciera que la ‘nueva vieja’ clase política mexicana tiene que releer ‘El laberinto de la soledad’, de Octavio Paz, quien busca y encuentra en los recónditos pasillos de la historia el origen del ser y el sentir nacional.
La población mexicana no está conforme, y López Obrador debe saberlo. Octavio Paz define de manera magistral -y quizá única- la naturaleza y constitución del mexicano actual.
Somos -concibe Paz- producto de un largo proceso de mestizaje, que nos otorga condiciones psicológicas, morales, culturales e históricas particulares.
Hoy mismo, en el Senado de la República, la Senadora Xóchitl Gálvez Ruiz, del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, presentó un punto de acuerdo que exhorta al gobierno de Chiapas a aclarar las observaciones formuladas por la ASFe por el ejercicio de las participaciones federales de la cuenta pública 2016, utilizadas en el programa «Bienestar, de corazón a corazón» dirigido a madres solteras, donde se presume un probable daño o perjuicio o ambos a la hacienda pública por 685 millones de pesos.
Pero nada pasa. Andrés Manuel López Obrador le tiene alta consideracion a Manuel Velasco Coello, quien con su venía -no se explica de otra manera-, la aplanadora del MORENA en el Senado, otorgó el permiso para que Velasco Coello retornara a gobernar Chiapas como sustituto de él mismo y después del 8 de diciembre retornar al Senado como jefe de la bancada, de dos, del PVEM.
¡Pero el pueblo quiere sangre… y AMLO debe saberlo…!