Abatir la impunidad, la madre de todas las batallas
USO DE RAZÓN
Tormenta en la red
Pablo Hiriart
La “ley mordaza” por la que muchos protestamos el viernes en la noche, aprobada por la unanimidad de los diputados, no es tal ni es inhibitoria de la libertad de expresión.
Es prácticamente letra muerta, no procede contra nadie que ejerza su derecho a la opinión o a la crítica, pues en la misma ley ya estaba su propia nulificación, y sigue estando.
Por tanto, no hay tal “ley mordaza”.
El revuelo que causó la reforma al Código Civil aprobada el viernes, fue porque los diputados votaron por castigar al que comunique, “a través de cualquier medio tradicional o electrónico, a una o más personas la imputación que se hace a otra persona física o moral, de un hecho cierto o falso, determinado o indeterminado, que pueda causarle deshonra, descrédito, perjuicio o exponerlo al desprecio de alguien”.
Una bomba.
Sin embargo, esa ley ya existía y no tiene consecuencia alguna, más allá de lo que la Constitución establece.
¿Qué hicieron los diputados, entonces?
Raúl Trejo Delarbre, maestro en este y muchos otros menesteres, lo explicó breve y claro en redes sociales:
“La reforma al Código Civil aprobada en Cámara de Diputados añade a los medios electrónicos a la definición de daño moral que ya existe. Se mantiene el 1916 Bis que exenta de daño moral a ´quien ejerza sus derechos de opinión, crítica, expresión e información´”. Calma, calma, añade Raúl.
El artículo 1916 Bis estipula: “No estará obligado a reparación del daño moral quien ejerza sus derechos de opinión, crítica, expresión o información en los términos y con las limitaciones de los artículos Sexto y Séptimo de la Constitución”.
Apunta Raúl Trejo: “daño moral ya existe en la ley (otra cosa es si nos gusta o no), pero no se aplica a opinión e información. Nada más, nada menos”.
Lo anterior no implica necesariamente que Trejo Delarbre y muchos otros estemos de acuerdo con la legislación, pero lo que hubo el viernes no fue la aprobación de una “ley mordaza”.
Hace algunos meses inicié trámites para demandar al Coordinador de Opinión del diario La Jornada, Luis Hernández Navarro, por atribuirme un parentesco que no tengo con un extinto gorila del Cono Sur.
Un colega, ya curtido en estas lides, me persuadió: no vas a ganar, la ley está de su lado. Vas a perder tu dinero y tu tiempo.
Difícil decidir qué sea mejor: que se pueda calumniar sin mayores consecuencias, o evitar dar entrada al animal de la censura.
En fin, ya aclarado el tema, pasemos a lo siguiente: ¿qué necesidad había de mover ahora un tema que en la práctica es letra muerta?
Todos los partidos, desde el PES hasta Morena, votaron en favor de la modificación aprobada el viernes en San Lázaro.
Si ya se sabe que hay una sociedad activa en la defensa de los derechos y las libertades, ¿cuál era el objetivo de ampliar a medios electrónicos el concepto de daño moral, justo ahora?
O si tiene alguna razón de ser, este era el peor momento para hacer la modificación, pues afortunadamente existe una hipersensibilidad hacia medidas que puedan restringir las libertades.
Y peor si el grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados sale a festejar la medida en redes sociales con el mensaje #LohacemosporTi.
Es extraño que hayan hecho tal modificación precisamente ahora, sin siquiera explicar que la ley prácticamente inocua, que se mantenía el 1916 Bis, y que sólo incorporaba a la ley a los medios electrónicos.
Lo positivo de esta experiencia ingrata es percibir el estado de alerta de un sector de la sociedad, familiarizada con los medios electrónicos, que no está dispuesta a ceder un milímetro de las libertades que tenemos.
Ese espíritu libertario tal vez lo necesitemos, y mucho, después de diciembre del próximo año.
No hay ley mordaza… por ahora