Libros de ayer y hoy
Fui deportada a México en agosto de 2007, mientras regresaba a mi tierra solo pensaba en dar gracias a Dios por haberme permitido ser parte de la lucha por la reforma migratoria; mientras, permanecí un año en santuario mi crecimiento espiritual se fortaleció tanto, al grado que no me sentía con miedo de regresar a mi país.
Nunca imaginé los planes que Dios tenía en mi camino, al mismo tiempo padre Luis Ángel Nieto regresaba a México después de haber realizado una noble tarea en favor de los inmigrantes indocumentados en el estado de California, el padre Ángel como de cariño le conocemos tenía un proyecto para recorrer toda la ruta migratoria en México y conocer las historias de los migrantes centroamericanos que transitan por nuestro país rumbo a Estados Unidos y de esa manera denunciar las violaciones a sus derechos.
En la ciudad de México me abrieron las puertas de su hogar, Marta Fernanda Sánchez Soler (refugiada española en México e inmigrante en Estados Unidos) del Movimiento Migrante Mesoamericano y el diputado Migrante José Jacques y Medina (inmigrante en Estados Unidos) para comenzar una nueva etapa de lucha y resistencia binacional por los derechos plenos de los migrantes en Estados Unidos y los centroamericanos que transitan por nuestro país para llegar a los Estados Unidos.
Cuando vivíamos en los Estados Unidos, participando y organizando las manifestaciones a favor de una reforma migratoria para los inmigrantes indocumentados, las organizaciones anti inmigrantes tomaron la bandera para echarnos en cara a los líderes mexicanos por lo que estaba pasando en México con los secuestros, violaciones, extorciones y la grave violación a los derechos humanos de los inmigrantes centroamericanos que transitan por México, todos los lideres mexicanos coincidimos en que la lucha es mundial por el respeto al libre tránsito y el derecho a la vida de los trabajadores internacionales y su familia, coincidimos en que no podemos exigir a los Estados Unidos una reforma migratoria sin antes exigir libre tránsito para los migrantes centroamericanos que llegan a México.
Abril de 2010, Martita como de cariño le conoce nuestra familia me invitó para asistir al reporte que realiza cada año la organización de Amnistía Internacional “Victimas Invisibles” ahí fue donde escuchamos por primera vez, la historia de Rubén Figueroa a quien invitamos a ser parte del Movimiento Migrante Mesoamericano y Alberto Donis “Beto” para sus amigos, un joven alto, delgado de tez morena, nacido en Guatemala, ahí estaba contando su historia de cómo los habían asaltado en México los delincuentes y haber llegado al albergue para migrantes “Hermanos en el Camino” que fundó el padre Alejandro Solalinde en Ixtepec, Oaxaca, lo más interesante era escuchar que Beto eligió quedarse al comienzo del camino para ayudar a sus hermanos migrantes.
En su reporte Amnistía Internacional manifestaba su preocupación por las graves violaciones a los migrantes centroamericanos, basándose en encuestas e información de las organizaciones de la sociedad civil 6 de cada 10 mujeres era violada en México ya fuera por la delincuencia organizada, policías estatales y federales incluso hasta por personal del Ejército documentado. Gracias al testimonio de las mujeres que denunciaron y tuvieron el acompañamiento de organizaciones de la sociedad civil principalmente de los albergues para inmigrantes.
A finales de 2010 el padre Alejandro Solalinde recibe amenazas de muerte por la protección y acompañamiento en la denuncia a los migrantes que llegaban al albergue, todo el voluntariado del padre Solalinde incluyendo Beto estaban bajo amenazas, Beto se convirtió en la mano derecha del padre Solalinde, tenía un don especial, él podía identificar a los coyotes (personas que trafican con inmigrantes), podía identificar a personas involucradas con la delincuencia organizada, ayudó a cuanta persona llegaba al albergue para protegerse de ser asaltado, secuestrado por la delincuencia organizada, policía y agentes del Instituto Nacional de Inmigración (INM).
Beto logró ganarse el cariño de sus hermanos en el camino, Dios le dio el valor para enfrentarse a los enemigos, siempre humilde con una voz suave pero fuerte y bien fundamentada para defender al oprimido, él caminó con el dolor de las mujeres migrantes violadas, ultrajadas, secuestradas, él caminó con sus hermanos migrantes, asaltados, heridos, secuestrados, mutilados, vivió en carne propia el dolor de verlos asesinados por la delincuencia organizada, les acompañó en la denuncia y en el proceso para solicitar su estadía legal en México, con eso se ganó el odio y amenazas de la delincuencia organizada.
La semana pasada Beto falleció a causa de un accidente automovilístico, padre Alejandro Solalinde sufre por su partida al igual que todos los que lo conocimos y compartimos momentos de alegría y angustia en la defensa por los derechos de los inmigrantes, su partida nos sigue recordando lo vulnerables que somos los defensores en el mundo pero especialmente en México que es considerado el segundo país más peligroso del mundo después de Siria según el informe anual del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres y el primer lugar en violar los derechos humanos de los migrantes centroamericanos.
Espero que los que no conocieron a Beto, decidan conocer su historia y tomar como ejemplo el amor y solidaridad por sus hermanos en el camino, porque como dice un dicho en mi pueblo “arrieros somos y en el camino andamos” yo diría “migrantes somos y en el camino andamos” las políticas migratorias en el mundo nos afectan a todos, seamos defensores de nuestros propios derechos y encontraremos la respuesta luchando. “Otro mundo puede ser posible porque somos hermanos en el camino y un pueblo en movimiento”