Itinerario político/Ricardo Alemán
PACHUCA, Hgo., 17 de octubre de 2016.- El pasado 12 y 15 de octubre dos nuevos intentos de linchamiento de tres presuntos delincuentes se registraron en Hidalgo; la violencia se desbordó en los municipios de Mixquiahuala y Acatlán, al grado que fue necesario montar operativos policiales de rescate, que en el primer caso dejó a dos uniformados gravemente heridos.
El preámbulo de esta violencia social generalizada han sido una serie de advertencias plasmadas en lonas y pancartas colocadas en diversas regiones hidalguenses, principalmente a la entrada de colonias y comunidades, todas portando un mensaje en común, “linchar a todo aquel delincuente que agarren infraganti”.
Aunado al enfado social provocado por el letárgico actuar de las autoridades ante la impunidad del hampa, se debe reconocer algo muy grave: la gente ya perdió la fe en sus autoridades, no cree en los policías, y para muchas víctimas de la delincuencia resulta más práctico y efectivo linchar a los delincuentes que entregarlos a las autoridades.
En febrero del 2014 documenté la presencia y operación de guardias comunitarias en la Sierra Otomí-Tepehua y en el Valle del Mezquital, a pesar de que el gobierno estatal lo negaba, con todo y que la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), reconoció en ese mismo año la existencia de grupos de autodefensa en 11 estados del país, incluido Hidalgo.
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