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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chiapas, 24 de abril de 2016.- La falta de energía eléctrica y las festividades religiosas, dieron origen a la elaboración artesanal de velas y veladoras en esta ciudad colonial del siglo XVI, pero ahora este oficio ha sido desplazado por la venta de veladoras de fábrica y la importación mensual de unas 150 toneladas de parafina china.
Cuentan las artesanas de la ciudad, que era una tradición muy arraigada ya que en siglos pasados de aquí partían en mulas de carga la parafina, las veladoras y las velas.
La gélida ciudad se iluminaba primero encendiendo varas de árbol de ocote, después con la llegada de los frayles Franciscanos, en el siglo XVI, se les enseña a los habitantes varios oficios entre estos la elaboración de velas.
El cronista Manuel Burguete Estrada, aseveró que las velas artesanales, eran toda una tradición, que ha ido desapareciendo, una por el paso del tiempo y la importación de productos elaborados.
Es así como en los barrios y centro de la ciudad, empiezan a producir la vela artesanal, con un tornillo hecho por los artesanos herreros y con una rueda de metal, se colgaban los pabilos, para después darle vuelta a la rueda de forma manual y en cada vuelta se le aplicaba la cera caliente para ir engrosando la vela.
Con el pabilo, que es un hilo, se encera y se da por terminada la vela, así era la tradición con la que se elaboraba una diversidad de velas de varios tamaños y medidas como las de un cuarto, de media y de más, también las famosas velas floreadas que dan realce a las fiestas religiosas.
De esta forma, para iluminar la ciudad, primero se usó el ocote, luego la vela, después fueron los candiles de petróleo y por último, la llegada de la energía eléctrica.
Las velas y veladoras artesanales, tuvieron un papel preponderante en la economía de la región y las comunidades indígenas se proveían de estos objetos para todas sus festividades religiosas y hasta políticas ya que en las ceremonias de esta índole son imprescindibles, pero también se pueden usar para otras actividades como la brujería y los cirios pascuales de las iglesias, representan una tradición.
Las velas también se utilizan para los rezos, primeras comuniones, bodas, bautizos y peregrinaciones religiosas.
Tan solo para la brujería, se usan más de 200 clases de velas y veladoras, para atraer la suerte, el dinero, el amor y la salud.
Burguete Estrada, comentó “fíjate que ya casi no se hacen velas en nuestra ciudad, aquí a media cuadra de Catedral, en la calle Guadalupe Victoria, se hacían las velas, era una calle de puras velas, era una tradición, en las que no podían faltar las velas floreadas.
El cronista refiere que se acostumbra a usar las velas y veladoras, para la fiesta de algún santo, para un cabo de año y festividades religiosas.
Allá por el año de 1900, doña María Asunción Penagos Aguilar, empieza a elaborar velas de parafina, convirtiéndose en una de las artesanas más famosas de Jovel. Hasta hoy, solo María Elvia, una de sus hijas, sigue la tradición, pero ahora se manejan las veladoras que vienen ya elaboradas.
La señora María Elvia Penagos, en entrevista en su tienda de veladoras, ubicada sobre la calle 5 de mayo, comentó que las veladoras tienen mucha demanda en la población indígena, por sus fiestas religiosas, por lo que ahora hay fábricas de veladoras en San Juan Chamula y en el municipio de Oxchux.
Elvia Penagos, reconoció que poco a poco va desapareciendo la elaboración de velas artesanales porque ha sido desplazada por la introducción de velas elaboradas.
En el año de 1961, don José Rodolfo Samayoa Ruiz, empieza a llenar unos vasitos de vidrio con parafina, luego agarraba su bicicleta y las repartía a domicilio, y así se inicia en este negocio de las velas, cuenta su hijo Rodolfo Samayoa, quien hasta hoy sigue los pasos de su padre.
Rodolfo Samayoa, recuerda que su progenitor tenía su negocio de ventas de dulces tradicionales sobre la calle Flavio Paniagua, esquina con Belisario Domínguez, “ya luego por azares del destino empieza a llenar unos vasitos con parafina y empieza la venta de velas.
Se calcula que cada mes arriban a San Cristóbal, unas 150 toneladas de parafina china, que son comprados por algunos talleres artesanales de velas, de los cuales se calcula que hay unos 15 talleres en esta ciudad en donde se elaboran velas de todo tipo y tamaño.