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Libros de ayer y hoy
San Lucas 19, 28-40: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
Isaías 50, 4-7: “No aparté mi rostro de los insultos, y sé que no quedaré avergonzado”
Salmo 21: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Filipenses 2, 6-11: “Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó”
Pasión de Nuestro Señor Jesús según San Lucas 22, 14-23, 56.
Es el presidente municipal de uno de los municipios más pobres del estado, sin embargo el día que tiene que ir a inaugurar una pequeña obra a una de las comunidades lejanas, va rodeado de más de 20 policías y otros personajes. “¿Por qué tanto miedo?”, le pregunto entre bromas e ironías. Su respuesta llega también en ese mismo tono: “La gente me quiere mucho, pero no falta algún resentido o gente loca que con tal de aparecer agreden, ofenden y hasta pueden intentar alguna cosa más grave”. Alarde de fuerza y prepotencia y poco servicio y eso que es apenas un presidente municipal de un lugar casi olvidado. ¡Qué se espera de los grandes políticos y otros personajes! ¡Cuánta diferencia con Jesús! Contradicción entre autoridad y apariencia.
Si imaginamos los acontecimientos narrados este día descubriremos la profunda contradicción: los grandes personajes no son aclamados por la chusma, ni montan en burro; no caminan sin protección, ni se dejan tocar. Jesús es un rey que responde a las expectativas de un pueblo pobre, oprimido, pero tocando sus fibras más íntimas, los cuestionamientos más profundos. Su entrada a Jerusalén da un nuevo sentido a la espera del Mesías. No se trata de vivir por y para el poder; no se pretende encontrar la felicidad en las riquezas; no se busca la satisfacción en los placeres. Jesús, con sus gestos y sus propuestas, ofrece otra felicidad y una visión muy diferente de la vida. Hoy “celebramos” el domingo de Ramos y nos acercamos a Jesús, como uno más de los que lo aclaman, ¿qué nos dice y qué deja en nuestro corazón? Un burrito prestado, unos mantos regados por el camino, ramos arrancados de los árboles de las orillas, son las insignias de este rey, ¿cómo tendríamos que seguirlo hoy? Sus actitudes parecen un reproche a los grandes personajes de su tiempo y a los poderosos actuales; pero también son expresiones sinceras de lo que debe ser importante: vivir la sencillez y la armonía en el corazón y no en el exterior. Es un Mesías que cambia todas las perspectivas y que busca la verdadera felicidad del corazón. No se presenta Jesús, aunque lo llamen maestro, como los otros maestros que pontifican, juzgan y condenan; sino que se presenta como el pastor que acoge, escucha y acompaña.
Domingo de Ramos inicia la semana santa. Nuestras calles y nuestras iglesias se llenarán de ramos y de cantos: ¡“Viva Cristo Rey”! Queremos acompañar a Jesús, queremos hacer un memorial de aquella primera entrada triunfal en Jerusalén. ¿Triunfal? Por más sencilla que parezca la podremos llamar triunfal, pero es una entrada lejos del triunfalismo, lejos del poder que aplasta. Va el pobre Jesús montado en un burrito que no impresiona a nadie; porque no pretende impresionar, sino manifestarse como un Mesías sencillo y humilde; no quiere oprimir, sino dar la vida; no busca esclavizar, sino liberar. ¡Qué diferente de otros líderes que entran en nuestros pueblos! ¡Qué diferente de nuestras ambiciones y nuestros egoísmos! La manifestación de Jesús en este día será un reproche serio a un mundo que se organiza a favor y a partir de la economía y de la ganancia; es una denuncia de una falsa autoridad que dejando de lado la dignidad de las personas, se alza en nuevos poderes y nuevas estructuras; una sociedad que olvidándose de las necesidades del que sufre, hace ostentaciones de riquezas y de lujos. Domingo de Ramos es una llamada al respeto de la dignidad y derechos de la persona en cuanto ella misma, no en cuanto produce o en cuanto tiene.
Muchos han querido callar a Cristo en nuestros tiempos. Nos hacemos sordos y no queremos escuchar sus palabras. Nos irrita su insistencia en la dignidad y valor de cada uno de los hombres como hijos de Dios. Hoy Cristo proclama su palabra, con verdad y valentía. Cuando los fariseos le reprenden para que haga callar a sus discípulos, su respuesta es contundente: “Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras”. Jesús no entra a Jerusalén como un conquistador pero sí tiene una propuesta que hacer a todos los que allí se congregan. No se sostiene en los carros del Faraón sino ofrece un reino distinto desde la sencillez de un pollino y los gritos entusiastas de la multitud y con las palabras de una enseñanza diferente. Jesús no era mudo en aquel entonces, ni puede serlo en nuestros días. No quiere callar ante la injusticia ni ante los ataques contra la vida. Alza su voz por todo el que sufre. Jesús no puede pasar desapercibido en nuestro mundo como si fuera sólo una voz que no tiene nada qué decir a este ambiente de injusticia y corrupción. No podemos ni debemos imaginar a un Jesús apagado que no seduce, que no llama, que no toca los corazones. Jesús hoy se coloca en el centro de las comunidades para desde ahí manifestar su palabra. Jesús se alberga en el corazón de los sencillos para desde ahí decir su verdad. ¿Seremos capaces de escucharlo?
Al mirar a Jesús hoy renovemos nuestro esfuerzo por aprender a pensar, sentir, amar y vivir como Jesús. Esto es lo que debería de estar en el corazón de todo creyente en esta Semana Santa. Si bien inicia con la celebración de una entrada triunfal muy especial, después, y a partir de la proclamación del Evangelio de este día, se manifiesta en la entrega plena de amor y compasión por todos los hombres. Semana Santa es la manifestación de la misericordia de Jesús. Su donación, su cruz, muerte y resurrección, serán el grito que clama por la vida en una cultura de muerte. Hoy acompañemos a Jesús con gritos de alegría y hosannas, pero durante toda la semana acompañémoslo en su pasión, muerte y resurrección. Somos sus discípulos ¡Vivamos esta semana con Jesús!
Padre, lleno de bondad, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con Él de su gloriosa resurrección. Amén