Indicador político/Carlos Ramírez
El huracán más grande de la historia cruzó el territorio nacional con una estela de daños menor a los peores augurios.
¿Patricia no tuvo palabra de honor?
El monstruo de 900 kilómetros de diámetro, con ráfagas de viento de hasta 400 kilómetros por hora, fue una amenaza sin precedente, que alertó a México y al mundo, se degradó a depresión tropical.
Ante el tempestuoso pronóstico, el Sistema Nacional de Protección Civil articuló una estrategia de prevención a favor de la población local y los turistas que se encontraban en la zona de alto riesgo.
El operativo a cargo de la Secretaria de Gobernación funcionó con precisión de relojería; cerró el paso a cualquier descuido. En cuestión de horas cada cual asumió su responsabilidad: gobiernos municipales y estatales, instituciones como la Cruz Roja Mexicana, y medios de comunicación, trabajaron en la misma dirección.
Al final, la fortuna también jugó su papel; el meteoro ingresó por una zona con poca infraestructura y escasa población; las montañas de la Sierra Madre Occidental frenaron la furia de Patricia.
No hubo daños mayores; las pérdidas fueron relativamente menores en lo general, sin minimizar lo ocurrido en 41 municipios de Jalisco, Colima y Nayarit, tras 25 horas de tempestad. De hecho se han resentido los efectos del fenómeno natural en 11 estados.
No ignoramos la tragedia por la muerte de seis personas en la ruta Jalisco-Colima, donde 1 mil 500 personas perdieron sus pertenencias; hubo casas destruidas y el daño a la actividad agrícola resultó severo.
El Presidente de la República anunció que se levanta la alerta de prevención en Jalisco, Colima y Nayarit.
Pasada la tormenta viene la calma, pero no faltará quien critique a la administración federal por haber exagerado ante la tragedia que no ocurrió, para sacar ventaja política de la emergencia y quizá distraer la atención hacia otros asuntos espinosos.
De paso, lloverán improperios a los medios de comunicación por hacerle al merolico, como si el Diluvio Universal nos fuera a caer encima sin Noé, y sin Arca.
Ya explicarán los científicos porqué la salvaje Patricia se volvió mansa.
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