Opinión/José Luis Camacho Acevedo
ARRASA ANAYA EN ELECCIONES PANISTAS; VEREMOS SI EL “DELFÍN” DE MADERO AHORA PUEDE VOLAR SOLO
* LA TORPEZA DE MIGUEL ÁNGEL MANCERA Y SU NUEVO REGLAMENTO DE TRÁNSITO; LA COPERACHA PARA EL 2018
El diputado Ricardo Anaya Cortés, a sus 36 años, es un joven ambicioso, audaz y de acuerdo a sus adeptos y simpatizantes, tiene un futuro prometedor. El domingo pasado arrasó en las elecciones internas para la dirección del Partido Acción Nacional (PAN) al imponerse con más de 80 por ciento de los votos sobre su único contrincante Javier Corral, y convertirse así en el virtual jefe de esta formación política, la segunda más antigua, fundada en 1939 y que gobernó al país entre 2000 y 2012.
El político, de 36 años, ganó abrumadoramente al senador Javier Corral, quien apenas obtuvo el 16 por ciento de los sufragios, pero claro, Anaya para apuntalar su victoria también recurrió a evidentes actos de corrupción, de esos que los panistas condenan en público, pero que en privado son el pan de cada día, y si no, ahí está la prueba más elocuente en Chiapas, donde Francisco Rojas Toledo -con un grado inconmensurable de corrupción y cinismo-, ha dejado el poco prestigio albiazul por los suelos.
Por sólo citar un ejemplo, es de todos sabido el apoyo que Anaya recibió de parte del gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, para nulificar a Corral a través del dinero público, gracias a la grotesca intervención del senador Ernesto Ruffo Appel, el primer gobernador panista del país, por obra y gracia de la concertacesión de Carlos Salinas de Gortari, quien le regaló la gubernatura de Baja California.
Anaya sustituye al frente del PAN a Gustavo Madero, sobrino nieto de Francisco Madero, ex presidente de México, una figura tutelar de los panistas -a quien se venera en los libros de historia por haber encabezado el movimiento que obligó al Presidente Porfirio Díaz a renunciar y salir al exilio a Francia en 1911-, aunque sus panegiristas oficiales suelen omitir que su inexperiencia política y pusilanimidad lo llevó a la ruina y a la muerte durante la llamada “decena trágica”.
Pero aún con todos esos vicios, Ricardo Anaya representa la “sangre nueva” que busca imponerse a las viejas formas, usos y costumbres del poder tan arraigados en México y responsable de que el país se mantenga con las anclas clavadas al pasado.
Anaya Cortés busca definir al rostro de la nueva derecha mexicana, que intenta romper sus amarras con el clero, con los grupos antiabortistas, con el catolicismo duro y con grupos violentos ultramontanos como El Yunque.
Al darse a conocer su inminente unción como nuevo jefe del panismo, Anaya supo interpretar este supremo momento de victoria para ser humilde y al mismo tiempo temerario, por lo que ofreció reducir su salario y los de sus compañeros de dirigencia a la mitad. Además, prometió encabezar “una oposición crítica frente a un gobierno que aumentó los impuestos y frente a un desastre en la economía”.
Con un censo de electores de unos 477 mil -aunque se calcula que apenas votó el 48 por ciento-, los comicios internos panistas generaron un gran entusiasmo en un partido que hasta hace poco tiempo elegía a sus dirigentes con la participación de un reducido comité de notables.
Corral, el “eterno renegado” del partido -quien suele ser una voz crítica dentro del PAN e inclusive a veces se suma a iniciativas de formaciones de izquierda, pero a veces parece encabezar sólo la voz que clama en el desierto por el mero propósito de mantener cierto protagonismo-, protestó por el triunfo de Anaya y dijo que éste quedó marcado “por la simulación, la corrupción, la inequidad y un padrón inflado” y esta vez razones no le faltan.
SU TRIUNFO, GRACIAS AL APOYO DE GOBERNADORES Y CACIQUES PANISTAS; “NO IMPUGNARÉ”, ASEGURA CORRAL
Algunos analistas estimaron que el triunfo de Anaya se logró gracias al apoyo de la maquinaria electoral que controlan los gobernadores y caciques del partido en los estados. A pesar de las supuestas anomalías que denunció, Corral dijo que no presentará “impugnación alguna” ante la Comisión Nacional Organizadora de la Elección, el órgano contencioso del partido. “Me sentí como si estuviera compitiendo contra el PRI”, afirmó Corral, pero en realidad su protesta fue más bien tibia y poco fundamentada.
Corral dijo que el movimiento de oposición interna que encabeza “es muy importante y puede crecer, pero con el triunfo de Anaya el rescate del PAN va a tardar más de lo previsto”.
Al considerarse cabeza de “la rebelión de las bases”, Corral admitió sin embargo que no fue capaz de convocar a los descontentos dentro del partido. Anaya Cortés, por su parte, dijo que “la contienda ha quedado atrás y es tiempo de reencuentro y de reconciliación”.
El nuevo jefe panista dio a conocer que hará pública su declaración patrimonial, fiscal y de intereses, pero también impondrá un comportamiento de austeridad y que viajará en vuelos comerciales de tarifa baja.
“No toleraremos un solo acto de corrupción. En estos primeros 100 días crearemos órganos autónomos e independientes para investigar con objetividad y para sancionar con severidad a quien cometa un acto de corrupción”, afirmó.
Originario de Querétaro, Ricardo Anaya Cortés se tituló como abogado por la Universidad Autónoma de la entidad, luego obtuvo una maestría por la Universidad del Valle de México, y finalmente un doctorado en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Todos estos grados los obtuvo con honores, pues se ha revelado siempre con una inteligencia por encima del promedio.
Desde que comenzó a ejercer la abogacía inició una meteórica carrera política que lo llevó a desempeñarse como diputado, presidente de la Cámara Baja y jefe de la bancada de su partido en el mismo órgano legislativo, entre otros cargos.
Anaya es una figura sin duda con brillo propio y aunque su desarrollo se logró al cobijo de Gustavo Madero, es claro que afortunadamente su visión es mucho más amplia y liberal que la de su padrino político.
Por ello, muchos panistas tienen la esperanza de que lo primero que hará será deslindarse de su mentor, como ya de hecho se visualiza en las primeras acciones anunciadas en su discurso de la victoria. Desde ya le perfilan un futuro muy prometedor, al grado de que no se descarta que sea el posible aspirante a la Presidencia en los comicios de 2018.
Sin embargo, su primera tarea será demostrar que es capaz de deshacerse de la tutela de Madero, lo que quizá podría llevarlo a impedir que éste se haga cargo de la bancada del PAN en la Cámara Baja y tendría también que dejar de promover la candidatura presidencial del gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, a quien la cúpula del blanquiazul le ha otorgado todo el apoyo posible.
Anaya debe deslindarse de las maniobras que permitieron al mandatario poblano otorgar apoyo financiero sin discreción alguna al candidato panista al gobierno queretano, Francisco Domínguez.
En el nuevo líder blanquiazul están depositadas muchas esperanzas de cambio y quizá se exagera cuando se ve en él al salvador de la derecha mexicana, que hasta hace poco caminaba hacia una debacle segura, tras su derrota en las elecciones intermedias.
Con su designación, que se daba por descontada pues Corral en realidad parecía un rival a modo, dado que no representa propiamente a ninguna corriente importante dentro del panismo, se abre un nuevo capítulo que tal vez está suscitando más expectativas de lo debido.
Ojalá que Anaya no caiga en la tentación de seguir dejándose mangonear por Madero ni tampoco que ponga por encima de las aspiraciones de los que lo eligieron, aunque esté obligado a pagar a sus patrocinadores por los favores recibidos.
Bastarán algunas pocas acciones como las mencionadas antes para que demuestre que es un hombre decidido a limpiar la casa, a dejar atrás los acuerdos secretos y que busca cambiar la mala reputación de la derecha mexicana que dejaron los 6 años del foxismo y los otros 6 del calderonismo, los primeros marcados por la falta de firmeza y los segundos por la irresponsabilidad de llevar al país hacia una espiral de violencia sin fin, de la que todavía no nos reponemos.
GRANOS DE CAFÉ
Si se pensaba que los habitantes del Distrito Federal ya habíamos visto todas las torpezas que un gobierno puede cometer, estábamos absolutamente equivocados. Prueba de ello es la promulgación del nuevo Reglamento de Tránsito capitalino, que simplemente no admite calificativo, porque, además de ser políticamente incorrecto, su objetivo es tan evidente que lastima todo principio moral.
Por supuesto será uno más de esos ordenamientos legales que más tardará en entrar en vigencia plena -en enero de 2016- que ser derogado por la nueva Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, que no estará compuesta por incondicionales de Miguel Ángel Mancera, sino, principalmente, por sus opositores, léase Morena.
Pero el asunto aquí es, de nueva cuenta, la gran torpeza de los operadores del jefe de Gobierno capitalino, quienes no aprendieron nada del gran descalabro que le dejó al suspirante a la Presidencia de la República las recientes elecciones intermedias, en las que el partido que lo cobijó los primeros 3 años, perdió no solamente las más importantes jefaturas delegacionales, sino el dominio que por décadas mantuvo en la Asamblea Legislativa.
Es tan manifiesta la insensibilidad política de quienes aconsejaron los 70 artículos que contiene el nuevo ordenamiento -algunos verdaderamente descabellados, por decir lo menos-, como la pretensión de Mancera de hacerlo no sólo metropolitano sino megapolitano, es decir que tenga vigencia en las entidades que colindan con el Distrito Federal.
Naturalmente es una apuesta muy alta que difícilmente tendrá eco en los gobiernos de las entidades vecinas, que guardan alguna cordura política y saben lo impopular de algunas sanciones del reglamento como el absurdo de penalizar el uso del localizador GPS, que en muchos países del mundo es de uso obligatorio, sobre todo en el servicio público.
Ese simple hecho habla de lo errado de muchos de los artículos, por no hablar de la estupidez de reducir de 70 a 50 kilómetros por hora la velocidad en vialidades primarias, como son los ejes viales que aún no han sido invadidos y achicados por el Metrobús.
No menos majadero es sancionar al conductor que fume cuando circule a bordo de su unidad, mientras que deja sin sanción el uso de audífonos, lo cual, insistimos, no tiene calificativo.
Pero más allá de las sanciones que se aplicarán con el nuevo Reglamento, lo verdaderamente grave es el incentivo a la corrupción policiaca que necesariamente promueve, y que generará recursos sucios suficientes como para financiar, y de sobra, cualquier proyecto personal como, digamos, alguna pretensión política rumbo al 2018.
Está claro que habrá de sobrevenir una avalancha de amparos contra el nuevo Reglamento de Tránsito capitalino -que había sido aplazado durante cuatro meses-, y que cada vez serán más los automóviles emplacados en las entidades vecinas, lo que harán inaplicables las sanciones.
Sin embargo, ello no impedirá que el “largo brazo de la justicia” alcance a todos los infractores, aunque sea de manera extrajudicial, ya que los responsables de aplicar las sanciones conocen a la perfección las miles de fórmulas para que el conductor recurra al soborno, al muy conocido y practicado “moche” que generará las cuotas que, a su vez, pueden ser fuentes inagotables de financiamiento ¿de qué y para qué?, habrá que verlo…
…Para quienes gustan de hacer héroes y paladines de la libertad de expresión a personajes de toda laya -que más allá de su trabajo prefieren involucrarse en asuntos de alcohol y drogas-, ésta hermosa perla, surgida de José Abella, director del periódico “El Buen Tono” de Veracruz, luego de que 2 de sus reporteros se salvaron del ataque de un comando en un bar “La Taberna” de Orizaba, en el cual murieron 6 personas, entre ellas un ex reportero de Televisa y algunos jefes de plaza del Cártel de Los Zetas.
-«Lo que está mal es ¿qué hacían mis reporteros tomando licor con el jefe de plaza. Estaban con él, es mentira eso de que al de Televisa lo mataron en fuego cruzado, no; estaban con él, con el jefe y con el subjefe de la plaza», dijo Abella