
Humildad y distinción
+Mons. Enrique Díaz
Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
Isaías 60, 1-6: “La gloria del Señor alborea sobre ti”
Salmo 71: “Que te adoren, Señor, todos los pueblos”
Efesios 3, 2-3. 5-6: “También los paganos participan de la misma herencia que nosotros”
San Mateo 2, 1-12: “Hemos venido de oriente para adorar al rey de los judíos”
Parecen dos simples adolecentes pero tienen pensamientos de adultos. Todo lo cuestionan y preguntan a dónde vamos. “Los lamentos y las quejas brotan espontaneas al terminar un año tan oscuro. Un crimen y otro crimen, los más de 400 niños asesinados en Gaza, los niños muertos por la bomba en Gaza, la terrible masacre de Ayotzinapa, una niña de 10 años encontrada violada y torturada, el crimen del Padre Goyo, las guerras continuas, fratricidas, estúpidas, que ciegan vidas inocentes, crimen organizado, mafias, narcotráfico… y terminan la larga letanía de infortunios y desgracias con muchas preguntas: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo unirnos para terminar toda esta situación? ¿Es posible vencer el mal? ” No tengo respuestas fáciles y yo mismo me hago mil preguntas. Sólo sé que Dios está en los pequeños y que vive el dolor de los que sufren. Que en la oscuridad se pueden ver mejor las estrellas y que esta situación nos da la oportunidad para manifestar nuestra fe en un Dios que salva, que libera, que es luz para todos. Hoy también Dios, niño hecho carne, sangre y dolor, viene a nuestro encuentro. Sólo este Niño, esta “Estrella” puede iluminar nuestras oscuridades.
Todo parece oscuridad, pero en medio de la oscuridad brilla más la luz. Es impresionante la soledad en que vive el hombre moderno: encerrado en sí mismo, aislado y protegido por medios tecnológicos, ahogado por sus mismos programas y miedos. Nunca el hombre había estado con tanta posibilidad de comunicación, pero nunca tampoco se había sentido tan solo. Epifanía es la manifestación del Señor, el Dios niño que sale al encuentro de los hombres. La primera condición para encontrarse con Jesús, es salir de uno mismo, soltar las seguridades y dar el primer paso, al estilo de los niños, quizás con inseguridad y con miedo, tentaleando y tambaleándose, pero arriesgarse a encontrarse con Jesús. Salir de nuestra oscuridad para dejarse iluminar por la luz. Es superar los miedos y dejarse cautivar y enamorar por el embrujo de una estrella, para lanzarse a la más loca aventura: vivir al estilo de Jesús, vivir plenamente el amor y la verdad. Herodes y Jerusalén se sienten perturbados, tienen miedo que se vean trastocados sus planes, su situación de privilegio, en fin, toda su vida. Por eso se cierran a la alegre noticia que ofrecen los visitantes y, aunque ellos tienen las respuestas, optan por destruir la Buena Nueva.
La estrella atrae, seduce, une… la más bella estrella es Jesús. Cristo se presenta y se ofrece como un amor y una luz con capacidad para atraer a los lejanos; como una llamada amiga, audible, que convoca, moviliza y vincula más allá de las barreras levantadas por los hombres; como un don universal, no sujeto a las mezquindades y particularismos de un pueblo o una cultura, sino abierto a todas las personas, a todos los lugares y a todos los tiempos. Jesús es el gran paso de Dios que salva la trascendencia, la lejanía, el silencio, y llega a nosotros, después de un largo recorrido de amor, temblando, mendigo de amores. Jesús es la aventura del encuentro entre Dios y los hombres que supera las distancias, las diferencias y hace a todos los hombres hermanos. Y sin embargo ahí está, como una estrella, esperando ese encuentro en profundidad que logre movilizar al ser humano. Ahí está dispuesto a iluminar, guiar y transformar. Pero el hombre necesita abrir su caparazón de seguridad y dejarse iluminar. El riesgo es la transformación, el inicio de la aventura, el amor y el dolor. Pero ciertamente vale la pena una vida vivida así, al estilo de Jesús. Es mejor sufrir en el dolor del amor y en el seguimiento de una estrella que permanecer estéril en el sinsentido de una vida vacía.
¿Qué significan los regalos de oro, incienso y mirra que los hombres venidos de Oriente presentan al Niño? Se habla de que le ofrecen oro, como a rey; incienso, como a Dios; y mirra como a hombre, pero a mí me parece más profundo el significado de estos regalos: son muestra de una entrega completa y personal de cada uno de ellos a los pies de Quien han estado buscando con tantas peripecias. Sólo así tiene sentido el regalo. De otra forma se convierte en un intercambio mercantilista que busca disimular el vacío y evita el encuentro profundo entre personas. Parecería que el regalo lleva un gancho utilitarista que ata a las personas para nuestros propios deseos y esto no debe ser el verdadero sentido del regalo. Sólo es verdadero regalo cuando es un símbolo expresivo de la estima que tenemos de las personas, cuando expresa la vinculación gratuita que queremos mantener y afianzar con ellas, cuando es muestra de nuestra disposición de darles tiempo, apoyo, compañía y verdadero afecto; cuando demuestra nuestro agradecimiento por lo que ellas son y valen para nosotros y todo esto sin hacer cuentas, sin esperar retribuciones, ni dar lugar a segundas intenciones. Este es el verdadero regalo tanto para Dios como para los que nos rodean. ¿Damos este sentido a nuestros “regalos” en estos días de Navidad, Año Nuevo y Reyes? ¿Con quién y por qué compartimos un regalo? ¿Qué le ofrecemos al Niño Dios?
Cuando los hombres de Oriente tienen su encuentro con Jesús, “se regresan por otro camino”. Se regresan a su misma patria pero con otro corazón, por otro camino. Quien encuentra la Verdadera Estrella siempre tendrá conversión y cambio. Todo parecerá igual, pero él ya es diferente. Seguirá la violencia y la corrupción pero ahora se tiene un nuevo corazón. Quien encuentra a Jesús no puede seguir por “sus mismos caminos”. Continuará en sus mismos lugares pero con un corazón y una mirada nueva, porque una Estrella ha iluminado su vida. ¿Qué significa para ti esta fiesta de la Epifanía o de los Reyes? ¿Cómo ha transformado tu vida? ¿Cómo puede Cristo iluminar nuestras oscuridades?
Padre lleno de bondad, que la Luz Verdadera ilumine y transforme nuestras oscuridades y violencias. Amén.