
Claudia Sheinbaum: defensa incansable de la soberanía nacional
Una matanza aupó a Aguirre Rivero, otra lo tiraría
“Ya me chingaron tres años”, le comunicó Figueroa
Su apuesta a la popularidad reflejada en encuestas
Angel Aguirre Rivero se monta en caballo de hacienda.
Al convocar a una encuesta para determinar si permanece como gobernador de Guerrero, juega con algunas variables a su favor:
De acuerdo a estadísticas internacionales, 99 por ciento de los mandatarios ganan y, más aun, resultan fortalecidos cuando someten su actuación a la opinión de sus gobernados.
Tienen todo para inducir.
Lo vimos con Andrés Manuel López cuando convocó al mismo ejercicio como jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF) y para ello puso números telefónicos a disposición de los capitalinos.
Sus números superaron a los de Fidel Castro: si el dictador cubano ganaba elecciones con 96 por ciento de los votos en promedio, El Peje se despachaba con índices superiores.
Resultados entendibles porque regularmente sólo opinan los interesados y eran los momentos de mayor popularidad y el dinero de los causantes fluía a ancianos y madres solteras como favores personales.
Entre aquellas balandronadas y lo prometido por Aguirre Rivero hay una constante: esta expresión ciudadana no tiene validez legal y en consecuencia no es vinculante.
Es decir, no sirve para revocar un mandato.
ALTA APROBACION DE LOS GUERRERENSES
Otro factor es la popularidad.
Como todos los gobernantes, de presidentes a gobernadores y alcaldes, Angel Aguirre Rivero manda hacer evaluaciones periódicas sobre su administración y anda bastante bien.
Un estudio de una firma conocida por seria pero sin autorización para acreditar públicamente sus resultados, le concede aprobación de 69 puntos sobre cien y una calificación de 7.5 sobre diez.
Ya quisieran estas cifras más de dos tercios de sus colegas.
La mayoría de ellos ronda sobre los seis puntos y algunos más se encuentran reprobados aunque no acusen recibo.
En adición, si en el país la opinión de los medios habla de descrédito de Aguirre Rivero, sus gobernadores opinan diferente y a ellos se atiene.
Claro, los números corresponden a sondeos levantados antes de los sucesos de Iguala, Guerrero, cuando se desencadenó la campaña en su contra y hasta el presidente Enrique Peña pidió a los gobernantes asumir sus responsabilidades.
Pero se da otro fenómeno:
Con razón o sin ella, la difamación mayor ha recaído en el alcalde fugado y ya amparado José Luis Abarca y en la familia de su esposa María de los Angeles Pineda Villa, presuntos cabecillas del cártel Guerreros Unidos en Iguala.
En todas las regiones y poblados la gente tiene identificados a los malosos y sabe quiénes son sus compinches para delinquir o para protegerlos desde el poder.
Y hasta hoy no involucran al gobernador, aunque alguien haya hablado de apoyos durante su campaña.
UNA MATANZA LO AUPO, OTRA LO TIRARIA
Pero si la opinión de los guerrerenses condenara a Angel Aguirre Rivero y él acatara su veredicto, terminará una vieja historia.
Comenzó en 1996.
Era presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el 11 de marzo recibió una llamada a su celular:
–Angel: prepárate. Me han chingado a mi tres años y a ti te han chingado tres años –le dijo Rubén Figueroa Alcocer.
El presidente Ernesto Zedillo ordenó la remoción de Figueroa Alcocer a mitad de su mandato tras el escándalo internacional causado por la matanza de Aguas Blancas.
El operador fue Arturo Núñez Jiménez, subsecretario de Gobernación.
Lo recibió con varias hojas en blanco y le pidió firmarlas.
-Es tu licencia –le comunicó.
La primera hoja llevaría la solicitud y la segunda la renovación anual de la licencia
Figueroa Alcocer se negó a firmarlas y decidió ir a Los Pinos pero el presidente Zedillo no lo recibió y, conocedor de las reglas no escritas de la política mexicana, se fue para no regresar.
Figueroa Alcocer se equivocó: Aguirre Rivero estuvo tres años en el poder como interino y sustituto y en 2011 reasumió como gobernador constitucional.
La coincidencia con su primer arribo y su segunda salida serían los crímenes: una matanza lo aupó, otra lo defenestraría.