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Tuxtla Gutiérrez, Chiapas., a 30 de agosto.-Había una vez un niño. Uno, no más. Que durante mucho tiempo lo que más deseó fue tener una familia. Lo pidió con tanta fuerza que se le cumplió. La sonrisa y alegría invadió su corazón. Había una vez una historia que a nadie contó cuando todo cambió. Cuando su niñez se cortó.
“Jamás imaginé hablar de esto, por vergüenza, miedo y dolor. Pero sé que ahora sólo es un recuerdo del cual no puedo ocultarme y pensar que nunca pasó…”
Antes que abusara de él, era su héroe. Antes de sentir como el calor de sus manos tocan, acarician, destruyen su intimidad, él era quien alegra sus días. Alberto tiene casi siete años y desde que su papá se fue, no se había sentido tan feliz como con él, hasta que lo tocó.
De acuerdo con una investigación del periódico “El Universal”, en lo que va del primer semestre del 2014 se presentaron 2 mil 216 denuncias por agresión sexual infantil, en 2013 fueron 5 mil 736. El primer visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Luís García, explica que en 2012 cinco de cada 10 menores fueron violentados sexualmente; en 2013, siete de cada 10 y deja la pregunta: ¿Qué pasará cuando sean diez de 10?
Alberto ya tiene 29 años, hace 22 no existían los mecanismos de defensa para la protección del menor, ni las estadísticas registraban los casos que ocurrían en el cotidiano en México, aunque hace 22 años o en la actualidad es lo mismo ya que las autoridades federales carecen de un diagnóstico de violación infantil. En los ochentas o en pleno siglo XXI, nadie sabe nada.
Cuando su mamá le contó de su padrastro, él se sintió feliz. Tendría por fin la oportunidad de volver a sentir la unión y la alegría de tener una familia. La pobreza en la que crecía le pesaba, pero no la económica, haber tenido una familia y luego no tener a nadie, la soledad, le pesaba.
Le contó a sus luchadores de plástico con las que tantas veces jugó a que eran gladiadores o soldaditos, le contó a su camión enorme, de un plástico sencillo que se convertía en acero impenetrable cuando él imaginaba. Tendría una familia. Junto con su nuevo padrastro, su mamá está embarazada.
“Al poco tiempo a mamá le empezó a crecer la panza, y me empezaba a decir que la cigüeña me regalaría un hermanito siempre y cuando yo dejara que mamá tuviera un novio, me emocioné y pos de chamaco no tienes morbo en la cabeza, y de esa manera llego a vivir con nosotros el mentado novio de mi mamá”.
Su padrastro llegó y su presencia se sintió en el hogar, la pobreza económica fue mermando, al menos lo suficiente para ver en la sala de su casita una televisión y un estéreo. Junto con su padrastro, la familia creció, él tenía hermanos que visitaban al próximo padre, uno de ellos llegó a ser el héroe de Alberto, hasta que lo tocó.
Chiapas fue uno de los estados que indicaron falta de incompetencia o información inexistente, es decir que, junto con Nayarit y Yucatán, no cuentan con datos de la realidad que atraviesan los menores de edad que son violentados de manera sexual.
Colima, Nuevo León, Oaxaca y Aguascalientes reportaron fallas en su sistema por lo que no respondieron a la petición de información.
Otro medio que buscó información sobre el tema fue “El Economista” que el pasado 29 de Julio publicó el caso de la agresión sexual de, por lo menos 30 estudiantes de escuelas públicas por parte de profesores y denunciado por organizaciones civiles en Chiapas.
“Las asociaciones agrupadas en la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) han referido que dichas agresiones ocurrieron en escuelas ubicadas en los municipios de Arriaga, Palenque, Tila, San Cristóbal de las Casas, Venustiano Carranza, Las Margaritas y Chanal”, muestra la publicación, la cual agrega hay casos impunes desde 2010.
La Redim le aseguró al diario de circulación nacional que las autoridades educativas fomentan la impunidad, desacreditan testimonios de las víctimas y actúan en complicidad con los agresores, encubriéndolos o removiéndolos a otro plantel, lo que coloca a más niños y niñas en riesgo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que alrededor de 73 millones de niños y 150 millones de niñas menores de 18 años sufren algún tipo de violencia sexual en el mundo y más de un 20% de las personas adultas ha experimentado algún tipo de abuso.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), califica de grave la violencia sexual contra niños pues viola sus derechos, sin embargo, se presenta en todos los países y grupos sociales. Ya sea como abuso sexual, acoso, violación o explotación sexual en la prostitución o la pornografía.
Unicef señala que puede ocurrir en los hogares, instituciones, escuelas, lugares de trabajo, en las instalaciones dedicadas al viaje y al turismo, dentro de las comunidades, en contextos de desarrollo y de emergencia.
El hermano del padrastro de Alberto tenía 15 años. La historia lo cuenta con pausa, cerrando los ojos como si aún su mente no digiriera bien lo sucedido, le cuesta recordar, hace pausas y pierde la mirada a la nada, a la memoria.
“Recuerdo como uno de los hermanos de mi padrastro comenzó a llegar a la casa a jugar conmigo él tenía como quince años y yo estaba por cumplir los siete, nos la pasábamos muy bien (se queda callado y cierra los ojos), a veces llevaba sus juguetes y yo me ponía más contento pues sólo tenía mis luchadores y un camión de plástico”
En poco tiempo pasó a ser un desconocido al tío favorito del niño, su padrastro no se mantenía en casa, sus ocupaciones en el taller de carpintería lo obligaban a ausentarse por largas horas del hogar, la vida había mejorado pero el menor necesitó cubrir la figura paterna.
“Yo lo veía como un súper héroe, jugábamos a la lucha libre, me subía a sus hombros y era mi caballo y un sinfín de juegos; hasta que un día me pidió que me quitara la playera y el short…”
Los daños ocasionados por el Abuso Sexual Infantil (A.S.I) constituyen un problema de salud pública mundial, según cifras de la UNICEF 228 chicos son víctimas de abuso cada hora y se estima que la cifra es parcial debido a que la mayoría de las víctimas nunca llega a presentar una denuncia por llegar a tener miedo o vergüenza.
El hombre de 29 años llora. Debe detener su relato para dejar salir unas lágrimas en memoria del niño que dejó de ser desde entonces, quiso huir mientras el calor de unas manos penetraban la delicada piel de su intimidad, quiso gritar, pero no pudo, su secreto duró 22 años en salir junto con sus lágrimas.
“Yo le hice caso…” Llora, recuerda cada segundo, esa soledad y silencio en la casa sola mientras su héroe lo acaricia, esa sensación de extrañeza de sentir algo que no había sentido antes, era el miedo, la confusión, él tenía siete años y nadie lo salvaría de su “héroe”
“Nunca imaginé que me iba a hacer daño; quería salir de ahí, pero no me pude zafar…”El lugar más frecuente del abuso infantil fue la familia, en donde la madre y el padre presentan el más alto nivel de violencia ejercida hacía con los niños, seguidos de padrastros, madrastras, y otros.
“…Empezó a decirme que mi mamá me pegaría si se enteraba, entonces sentí mucho miedo y dejé que me tocara hasta el punto de abusar sexualmente de mí”
Los abusadores sexuales infantiles se justifican a través del anonimato y la ignorancia cultural, la utilización del poder del más fuerte sobre el más débil. El Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud Publicó en su semanario “Vigilancia Epidemiológica 20” en 2010 publicó que los victimarios se aprovechan de situaciones como la ruptura o la disfunción de la familia, la pobreza, la disparidad económica, la falta de educación, la migración del campo a la ciudad, la confianza y el miedo.
Alberto no pidió ayuda ni habló con nadie. Tenía miedo, en sus ojos 22 años más viejos se le ve aún ese temor, siente y recuerda la piel de su agresor cerca de la suya, su aroma, el sabor que le dejó. Antes de él, estaba solo, papá nunca volvió, su padrastro trabajó, su tío lo visitó varias ocasiones. Su inocencia se acabó.