Cien días de prosperidad compartida
CREDIBILIDAD DE LA IGLESIA
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
SITUACIONES
Hay personas que se alejan de Dios y de la Iglesia por la falta de atención y bondad de un sacerdote o de otro agente de pastoral, o porque no se les explicaron con paciencia los requisitos para los sacramentos, o porque no se les hizo la celebración como querían, o porque no se atendió pronto a un familiar enfermo, o por un mal testimonio en su vida, máxime cuando se conoce un abuso de menores. Pero la gente se aleja no sólo por fallas clericales, sino también porque muchos que se llaman católicos no viven con coherencia su fe.
Hay narcotraficantes, asesinos y desalmados, que se declaran católicos. Bandas criminales que extorsionan y secuestran, asaltan y vejan a migrantes, y dicen ser de esta religión. Mujeres dizque católicas acuden sin escrúpulos a abortar. En las cárceles, así como hay muchos inocentes que no salen libres por falta de recursos económicos, también hay asesinos y ladrones que participan en los ritos católicos. Esto no quiere decir que los de otras religiones sean almas de Dios, santos e intachables. También a ellos los contamina el pecado. Lo que pasa es que los no católicos en nuestro país son proporcionalmente pocos. En todas partes hay corrupción, infidelidades, mentiras, alcoholismo, drogadicción. Y estos pecados son los que le restan credibilidad a la Iglesia Católica y a las demás denominaciones religiosas; por ello, aumenta más la no creencia. Todos somos pecadores; quien diga lo contrario, se engaña y no está en la verdad.
ILUMINACION
Ha dicho el Papa Francisco: El anuncio de Pedro y de los Apóstoles no consiste sólo en palabras, sino que la fidelidad a Cristo entra en su vida, que queda transformada, recibe una nueva dirección, y es precisamente con su vida con la que dan testimonio de la fe y del anuncio de Cristo. No se puede apacentar el rebaño de Dios si no hay disponibilidad para dar testimonio de Cristo con la entrega de nosotros mismos, sin reservas, sin cálculos, a veces a costa incluso de nuestra vida. Pero esto vale para todos: el Evangelio ha de ser anunciado y testimoniado. Cada uno debería preguntarse: ¿Cómo doy yo testimonio de Cristo con mi fe? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios? Es verdad que el testimonio de la fe tiene muchas formas. En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad. Hay santos del cada día, los santos ocultos, una especie de clase media de la santidad, esa clase media de la santidad de la que todos podemos formar parte. Pero en diversas partes del mundo hay también quien sufre a causa del Evangelio; hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre. Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia (15-IV-2013).
Y denunció ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el carrerismo, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros.
COMPROMISOS
Examinemos cada quien nuestra vida y preguntémonos si alguien se ha alejado de Dios y de la Iglesia por mi culpa, por mi falta de bondad y paciencia, por mi mal comportamiento, por mi incoherencia, por mi corazón no solidario con los que sufren.
Es fácil culpar a otros; se requiere mucha madurez, humildad y sencillez de corazón, para reconocer los propios errores. Pero no nos quedemos en culpabilizarnos, sino pidamos la luz y la fortaleza del Espíritu, para convertirnos al Señor y amar con verdad a los demás. Amar es la clave.
LEM. Claudia Corroy
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