Libros de ayer y hoy
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
MENOSPRECIADO EN WASHINGTON
El señor Felipe Calderón fue por lana a la capital imperial ¡y regresó trasquilado!
Citado a comparecer en la Casa Blanca, ante Barack Obama, el ocupante de Los Pinos no consiguió su objetivo: la cabeza del embajador estadounidense Carlos Pascual, quien se ha convertido en su némesis. En la chispa que enciende su mecha corta. En el personaje que lo muestra en su pequeñez. ¡Mire usted que pelearse, insultar y hasta entrometerse en la vida privada del representante aquí del Presidente de Estados Unidos es casi casi infantil, si no fuese por las consecuencias que ello implica!
Cree el michoacano que así defiende a las fuerzas armadas que, a su juicio, fueron insultadas por Pascual en un cable top secret al Departamento de Estado, que se hizo público gracias a Wikileaks.
Puerilmente, como jugando a las adivinanzas, Calderón ya había dado su peculiar respuesta el más reciente Día de la Fuerza Aérea, en un discurso que quiso ser enigmático, pero cuyo destinatario fue fácilmente ubicado tras nuestra frontera norte. Palabras más o menos, esa jornada en Santa Gertrudis, Chihuahua, el ocupante de Los Pinos dijo que las fuerzas armadas mexicanas son de paz: no invaden territorios ni atentan contra los derechos de otros países para apropiarse de sus recursos naturales.
Ofensivo, el michoacano lanzó la piedra y quiso esconder la mano.
Volvió a las andadas en la entrevista para El Universal hace un par de semanas.
Y las respuestas de la capital imperial no se han hecho esperar.
La misma tarde de su visita a la Casa Blanca, la página electrónica oficial de esa residencia presidencial ni siquiera presentó una imagen del visitante, en su inicio. La nota periodística fue la opinión de Obama sobre el conflicto de Libia. Y ya en la continuación de esa información –¿podría decirse que en páginas interiores?– la imagen de Calderón aparecía desenfocada, difuminada, dando el primer plano al anfitrión.
Y si en las reuniones privadas Calderón no obtuvo lo que buscaba, tampoco le fue mejor en la conferencia de prensa. Discursos preparados, escritos con antelación, en los que se citaban las fórmulas diplomáticas del caso cooperación, corresponsabilidad, bla, bla, bla– y, de repente, un ahora les voy a hablar de Libia proferido por Obama a los reporteros, con lo que relegó a un segundo, quizá hasta a un tercer plano, la información de cajón sobre la reunión con el huésped mexicano.
Porque, después de Libia, el segundo tema en importancia para los periodistas era la posible huelga de la National Football League, la famosa NFL, originalmente anunciada para la noche de este último jueves.
Obama respondió en broma, relegando el problema a su dimensión de espectáculo con enormes ganancias económicas. Amplió su respuesta sobre el caso de Libia y no respondió a la pregunta sobre si existía ya un acuerdo para que los agentes estadounidenses que actúan en México puedan portar armas.
Fue entonces cuando esa aguda molestia física denominada vergüenza ajena hizo presa a quienes observaban a través de la TV y seguramente a alguno de los periodistas mexicanos ahí presentes–, pues Calderón empezó a hablar ¡de la NFL!, cuando a él no le habían preguntado sobre el tema. También de Libia. Y su alocución se parecía a la que hubiese pronunciado Ángela Merkel, lo que dejó a los presentes en el press room con una auténtica cara de what.
Mal y de malas, pues.
Calderón, por ello, ha echado a funcionar toda la maquinaria propagandística que tiene al alcance. Hasta ha revivido la figura del intérprete de Los Pinos, poniendo ante los reflectores al señor Poirot ¿así se escribe?– para que brindara la interpretación que en Los Pinos quieren de la comparecencia de Calderón en la Casa Blanca.
Lo que queda claro es que la respuesta de Obama ha sido negativa para Calderón. Su embajador no se mueve. Se queda en las sedes del Paseo de la Reforma.
Nada bien le fue a Calderón en su visita a Washington. Buscaba un gesto adicional que desde ahí lo legitimara casi cinco años después todavía le obsesiona esa carencia– y de las palmaditas en el hombro no pasó.
Como aquellas otras de su visita de Estado al mismo sitio, al tiempo que EU enviaba tropas a la frontera.
Como la admiración que dijo profesarle la señora Clinton, al tiempo que Napolitano y el jefe del Ejército decían lo que verdaderamente se piensa de él y de su Administración fallida en Washington.
Fue por lana, y
Índice Flamígero: ¿Y las armas que la ATF permitió pasaran a nuestro territorio dizque para perseguir y desmembrar a un cártel? ¿Por qué Calderón no se indigna por ello? ¿Quizá porque, a diferencia de lo que se dice, su fallida Administración sí estaba enterada del experimento de la Agencia estadounidense contra el Tabaco y las Armas de Fuego? Al ocupante de Los Pinos sólo le interesa su confort personal: que lo apapachen públicamente en Washington, que le quiten al embajador al que trae entre ojos Pero la seguridad del país
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